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Veil, Simone

SIMONE VEIL INÉDITA En el 80 aniversario de la liberación de Auschwitz, un testimonio memorable, un relato profundamente conmovedor. Premio Babelio de No Ficción En mayo de 2006, dentro del marco del proyecto «Memorias de la Shoah», Simone Veil decide contar su vida frente a una cámara: el sol de Niza, la existencia despreocupada en el seno de una familia unida, republicana y laica, la guerra, la Ocupación... y, el 13 de abril de 1944, el convoy 71 que la llevará junto a su madre y su hermana a Auschwitz-Birkenau. Con gran vivacidad, mucho detalle y grandes dosis de ironía, Veil relata sus dieciocho meses en los campos de exterminio: el frío, el hambre, las vejaciones, las amistades, la relación entre los hombres y las mujeres, la «marcha de la muerte» a Bergen-Belsen y el retorno con sus renovadas dosis de humillación. La icónica abanderada de los derechos de la mujer y del compromiso con la memoria nos advierte de que solo con la esperanza de que la Shoah no se olvidade o se banalice es posible calmar el dolor de quienes la padecieron.La crítica ha dicho:«Es necesario decir hasta qué punto este documento resulta excepcional».Le Monde «Desde que era adolescente, un retrato de Simone Veil ha colgado sobre mi escritorio. [...] Ha sido mi heroína particular».Leïla Slimani «La fuerza de este relato no reside en los hechos, bien conocidos por los historiadores. Viene de su forma, sorprendentemente espontánea».Elle «Simone Veil, magnífica y luchadora hasta el último suspiro».Challenges «Un libro estremecedor».Le Journal du Dimanche «Un testimonio fuerte, digno y potente. [...] Es necesario leer y dar a leer este texto inédito».Télé-Loisirs«Un relato sin artificios y patetismo: solo la verdad, la de las palabras».La Dépêche du Midi «Una palabra inédita de enorme fuerza».Télérama «Muchos, en Francia y fuera de ella, desearían tenerla como confidente, como amiga, como madre, quizá como la mujer de su vida[...]. Como la inmensa mayoría de los franceses, la amamos».Jean D'Ormesson, discurso de recepción a Simone Veil en la Academia Francesa
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Veil, Simone

«La guerra había segado a una generación entera. Estábamos desmoronados. Mis tíos habían sido médicos, pero ya no les quedaba nada. Su clientela había desaparecido. Su casa había sido saqueada. Sus ahorros se habían esfumado. Al día siguiente de mi llegada a París, como no tenían dinero ni ropa que ofrecerme, una vecina vino en mi rescate con un vestido y algo de ropa interior. En aquella casa reinaba un ambiente desolador. No quedaba ni un solo mueble. Los espejos habían desaparecido, a excepción de los que estaban sellados a las paredes, que los saqueadores no habían podido llevarse. Por las mañanas me lavaba frente a un espejo roto por una bala. Mi imagen aparecía agrietada, fragmentada. Lo consideré simbólico. No teníamos nada a lo que aferrarnos. Mi hermana Milou estaba gravemente enferma, mi tío y mi tía habían perdido las ganas de vivir. Fingíamos querer seguir adelante». SIMONE VEIL La primera vez que me encontré con Simone Veil fue para proponerle hacer un documental sobre su vida. Ella me mira, yo guardo silencio. «¿Qué es lo que le interesa de mí?». «Su moño, madame», le respondo. Noto que se estremece. Entonces me cuenta que en su vagón algunas mujeres no fueron rapadas del todo y que eso les salvó la vida. Sin saberlo, yo había tocado un aspecto central de su deportación. Ese primer relato trajo consigo todos los demás. En aquel encuentro, que duró casi tres horas, se creó una forma de intimidad. Nació una amistad, que duró hasta su muerte. Nos llamábamos a menudo: «¿Cuándo podríamos comer juntos?». Nos queríamos mucho, de una manera púdica y ligera. Yo la escuchaba, la grababa. Le prometí a Simone Veil que algún día retomaría esas conversaciones. Cumplí mi palabra por primera vez en la ceremonia que tuvo lugar en el Panteón. Fui a Auschwitz para grabar el sonido del campo de concentración durante toda una noche, su silencio y el amanecer en Birkenau. Es un sonido tranquilo, alimentado por los sonidos de los animales que habitan hoy allí, en total contraste con los bramidos en la noche, los estertores de la gente que moría. Ese momento fue el minuto de silencio después del discurso presidencial. Al final de la ceremonia, el tesoro que era su voz pudo oírse por todo el barrio, hasta los Jardines del Luxemburgo, durante nueve horas, desde la última hora de la mañana hasta la medianoche. Este libro que permite leer la voz de Simone Veil es la segunda parte de mi promesa. DAVID TEBOUL
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