3 Libros encontrados
Ardillo, José
Para Ivan Illich, «creer en la posibilidad de altos niveles de energía limpia como solución a todos los males» constituía el núcleo de la «ilusión fundamental». Hoy, en tiempos de crisis energética, se alimenta esta ilusión por las llamadas energías renovables. Si queremos comprender el laberinto de la energía, no podemos aislar la cuestión técnica de todos sus condicionantes políticos y filosóficos. La historia de la energía es también la historia de la concentración del poder y, en ese caso, ¿cómo no ver en los modernos y titánicos artefactos renovables otro rostro grotesco de los avatares de esa concentración?Señalemos la paradoja: la energía es la fuerza que impulsa el mundo industrial, y su más flagrante punto débil: sostiene la paz con la guerra, la seguridad con la fragilidad. Este equilibrio del desequilibrio impone una dependencia brutal del sistema técnico, cada vez más globalizado, y de los aparatos de poder, jerarquizados e incontestables.Toda idea de autonomía local e individual se pierde en beneficio de este Leviatán industrial. Cocinar, calentarse en invierno, bombear agua, hacer un simple desplazamiento o iluminar una sala de estar pasan a ser instancia de una gran emergencia técnica. Estamos invadidos por los modos de vida industrial.
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Ardillo, José
En los relatos que componen ''Los primeros navegantes'', los mitos del progreso occidental se exploran a partir de varias potentes imágenes: los primeros navegantes que orientan su proa a un futuro incierto, la de una montaña que hace crecer un abismo a sus pies, la celebración del aniversario de un inventor al que sus máquinas rinden homenaje... En estos relatos, la historia universal se lee a contrapelo, dejando una pregunta en el aire, ¿hacia dónde nos dirigimos?
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Ardillo, José
Hoy se dice que la lectura, y con ella los libros en general, está amenazada por la fluidez insensata del mundo digital. Es cierto. Pero, más que los libros en sí mismos o la lectura como tal, es la lectura inteligente y consecuente la que desde hace tiempo está amenazada por la industrialización de la cultura y por el abandono de la sociedad ante las cuestiones que verdaderamente cuentan. Sin pasión por la ética y la política, la lectura se convierte en una especie de vicio confesable y anodino. Medio y a la vez fin, la lectura sería más bien como la respiración pausada que se funde y confunde con nuestra vida cotidiana. Una forma de dialogar con los otros y con nosotros mismos. Una manera de conservar viva la curiosidad, la sensibilidad y la inteligencia crítica. ¿Dónde están hoy los lectores que volverán a leer buscando apoyos para combatir estos tiempos de miseria?
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