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Cuerda, Jose Luis
Reunimos, para uso y disfrute de fieles y neófitos, las piezas clave —inéditas— de una de las películas más celebradas del cine español: Amanece, que no es poco, de José Luis Cuerda. En estas páginas el lector puede encontrar el jugosísimo proyecto inicial, el guión original (con escenas que no se llegaron a filmar o que no entraron en el montaje final) y las fotografías del rodaje, todo aderezado con un prólogo y un magnífico anecdotario redactado por José Luis Cuerda para la ocasión. La suma de estos elememtos hace que cualquier fan —presente o futuro— de Amanece, que no es poco goce con este libro, un poco más, si cabe, que con la película. * Parece lo de siempre y es lo nunca visto: un joven ingeniero español, profesor de la Universidad de Oklahoma, vuelve a España para disfrutar de su año sabático. Su padre le ha comprado una moto con sidecar para realizar viajes de placer los dos juntos. Padre e hijo llegan a un pueblo de montaña, muy escondido. El pueblo parece vacío, pero no lo está. Lo que ocurre es que todos sus vecinos, menos el negro Ngé Ndomo, han ido a misa. Que todos los habitantes del pueblo vayan a misa todos los días del año es lo habitual. El cura se da tal maña con la liturgia que no hay fiel que quiera perderse el espectáculo. Pero no es esta la única peculiaridad del pueblo. La Guardia Civil, sin ir más lejos, vela por el orden con admirable meticulosidad: los borrachos han de beber su alcohol favorito, de uno en uno y hasta la ebriedad absoluta, los amantes han de gozar en los coitos por igual, los delincuentes deberán confesarse y poner en paz su alma antes de entregarse a las autoridades terrenas… En el pueblo se celebran elecciones generales cada año, y en ellas se eligen, por rigurosa votación, los cargos de alcalde, cura, maestro, puta, marimacho en período de prueba y seis adúlteras.
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Cuerda, Jose Luis
«¿Quién no lleva una cabra dentro? Una cabra puede ser un disgusto, una obsesión, un objeto de deseo, un tesoro. Tarde o temprano, sentimos la necesidad de dialogar con la cabra que llevamos dentro y convencerla de que entre en vereda. Y el animalico lo hace, se aviene. Se producen entonces en nuestras vidas momentos radiantes, de conformidad luminosa. Así, empecé yo hace unos meses, a escribir los textos que dan cuerpo a este libro. El milagro de convertir en letras, palabras o frases lo que fragua el pensamiento-cabra se produce con la doma de las ideas-cabras. »Amaestrada la cabra, sujeta a norma escrita y dibujada, uno, en esta feria del mundo, la exhibe sin escalera y sin látigo. Y por si caen unas perras en la boina.»
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Cuerda, Jose Luis
José Luis Cuerda es, sin duda, uno de los más grandes directores que ha dado el cine español, a estas alturas, huelga decir que algunas de sus películas son auténticas obras maestras. En ellas ha cultivado con esmero lustrosos imaginarios propios que ya han pasado a formar parte del imaginario colectivo. En estas Memorias fritas, Cuerda hace un repaso de muchas de las facetas de su vida, de sus apetencias y estímulos en el terreno de la creación. Hilarantes por momentos, sabias, emotivas, elocuentes, reflexivas, cariñosas, un poco gruñonas, siempre salpimentadas con mucho humor -también con un principio de llanto- estas poliédricas memorias abarcan desde su infancia en Albacete hasta su reciente abuelía, pasando por el resto de su vida: el seminario, su trabajo en tve, sus películas como director, sus películas como productor, su relación con la literatura, sus militancias políticas, sus pinitos como vinatero, su afición a hacer pintadas en internet y un largo etcétera. Siendo fiel a la máxima de Voltaire -la mejor manera de resultar aburrido es contarlo todo-, José Luis Cuerda nos ofrece en Memorias fritas una extraordinaria panorámica de lo que ha sido y es su vida.
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Cuerda, Jose Luis
Como ya se sabe a estas alturas, el mundo entero se ha visto reducido a un solo edificio y unas afueras. Tal cual. Y se ha llegado al año 9177 tan a trancas y barrancas, que no es poco que, al menos tres o cuatro días a la semana, haya gente viva en el mundo y salga el sol, aunque sea por donde le dé la gana. Como un alegre entomólogo y como un notario malhumorado José Luis Cuerda ha recogido información —privilegiada— de los hechos y dichos propios de este mundo, con especial detenimiento en personajes como: —José María, proletario, que va a cumplir pronto los cuarenta. Robusto y probablemente virgen, tiene aire voluntarioso, empuja un carrito de helados y se diría al verlo que no le debe nada a nadie, —el Rey, su adversario, que tiene el aire inconfundible y transitorio de ser hijo adulterino de un padre-rey infeliz, malhabla idiomas con acentos mezclados y es enredador, tramposo y prolijo, —y Méndez, la secretaria del alcalde y heroína del relato, es una muchacha muy atractiva y zorreta, que parece que nació, sonríe, se nutre, se viste y se desnuda aposta. Los demás personajes, por decenas, tejen una urdimbre, o población humana, en un mundo verificable y bipolar compuesto por quienes lo mangonean: una pareja de la Guardia Civil Mundial, tres marinos de guerra, algunos eclesiásticos, dos barberos… y por los que se joden irremediablemente: parados crónicos, mujeres, minorías étnicas…
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Cuerda, Jose Luis
Antes de que nadie tenga la tentación de decir aquello de «segundas partes nunca fueron buenas», hemos de avisar que los textos que aquí presentamos se escribieron con anterioridad a la película Amanece, que no es poco: son el primer desarrollo del esbozo original de lo que acabaría siendo una de las películas más aclamadas del cine español contemporáneo. Este volumen contiene los cinco primeros capítulos de lo que iba a ser la serie de televisión Amanece, que no es poco. Son guiones que comparten localizaciones y personajes con la película pero que tienen una trama diferente, un desarrollo de los personajes muy distinto y están atravesados por una mala leche y un humor negro que dista lo suyo de la película que finalmente llegó a las pantallas. Compartiendo con nosotros una parte de sus archivos, José Luis Cuerda nos descubre un aspecto desconocido de su trabajo, algo que a buen seguro hará las delicias de los creyentes —y los escépticos— de la única religión sin dios ni amo. Esta edición cuenta además con un prólogo de Jordi Costa («Retorciéndole el pescuezo a la lógica») y con un epílogo de José Luis Cuerda («Alrededores del amanecer»), ambos redactados para la ocasión.
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