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Zagrebelsky, Gustavo

¿Ha de buscarse la causa de este mundo detestable en los presuntos enemigos de los derechos, los cuales, además, son difíciles de identificar, y, por tanto, en un dato externo a los derechos, o sea, en su actuación defectuosa cuyo remedio habría de procurarse por la promoción de esos mismos derechos? ¿O la causa es otra, intrínseca a la propia concepción de los derechos, en un mundo como el actual que se revela cada vez más injusto y violento, y siempre más pequeño, en el sentido de una totalidad en la que cualquier parte está en relación de interdependencia con todas las demás? Nuestro mundo es sostenido por poderosas fuerzas centrípetas. Pero, paradójicamente, la reivindicación de los derechos, en lugar de promover la diversidad y la diversificación, corre el peligro de impeler la uniformidad y la homologación. Por eso, escribe Gustavo Zagrebelsky, «en época reciente, por detrás o junto a la ideología victoriosa de los derechos humanos, se ha abierto paso la exigencia de revalorizar los deberes, no ya desde la perspectiva de la sujeción a un orden impuesto, sino desde el punto de vista de la pertenencia a un mundo que se rige gracias a frágiles equilibrios y encajes, amenazado por la catástrofe. No se puede hablar de deberes si olvidamos que fueron concebidos, al principio, como obediencia a los dioses y, después, a los soberanos, y que les sucedió la edad de los derechos como emancipación de esas opresiones. Hoy vuelve a ser el momento de los deberes, pero hacia nuestros semejantes. Atañen a todos y hacia todos, en los mismos términos. De modo que, cuando hablamos de deberes sin Dios y sin soberano, abogamos por nuestra propia causa».
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Zagrebelsky, Gustavo

Una clase es un tiempo y un lugar para una amistad creativa. Reúne personas y palabras, con las que el profesor y los alumnos crean un mundo, al nombrarlo. Es tarea de todos, como un paseo entre amigos en busca del conocimiento. Es fascinante, si hay “ganas” de participar con alegría, emoción, miedo..., con la razón y las emociones, en el mismo proceso de investigación. Porque la clase se piensa a sí misma a medida que se desarrolla, con pausas, digresiones, intervenciones de algunos... para luego retomar el hilo. Para todo lo demás, bastará un buen libro de texto, claro y repetitivo, notas y exámenes. Pero estos jamás sustituirán la creatividad y vivacidad de la clase. Una clase es un organismo vivo, una sociedad en miniatura, imagen de la que queremos construir. Lo que la enseñanza requiere es pensar en cada uno de manera utópica, sabiendo que la perfección es inalcanzable. Solo entonces vale la pena ser estricto. Y, cuando sea necesario, hereje.
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Zagrebelsky, Gustavo

La respuesta a lo que es realmente fundamental no está contenida en la «Babel de lenguas» de las constituciones, los códigos o las sentencias. Es preciso tomar en consideración las ideas generales y el pluralismo de los universos culturales, éticos, relig
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