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Welles, Orson
En los años 60 y principios de los 70, el cineasta Peter Bogdanovichmantuvo extensas entrevistas (entremezcladas con cartas, notas ytelegramas) con Welles, pero una serie de circunstancias —como ladecisión del director de escribir una autobiografía que nunca llegó aescribir— las mantuvieron ocultas al publico. Editada y anotada porJonathan Rosenbaum, esta recopilación —que Welles consideró en últimainstancia su autobiografía—, refleja su visión de la radio, el teatro,el cine y la televisión, así como irónicas reflexiones sobre losenfrentamientos que mantuvo con el mundillo de Hollywood, y su relacióncon otros directores y estrellas de la época.
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Welles, Orson
La noche del 30 de octubre de 1938, Orson Welles, alfrente del Mercury Theatre, lanzaba a las ondas la adaptación radiofónica de La guerra de los mundos, la célebre novela de H. G. Wells. El programa, hábilmentemaquillado (no en vano era la noche de Hallowe'en),pretendía ser un anodino espacio musical súbida y repentinamente interrumpido por unos alarmantes boletines informativos que iban dando cuenta de los extrañosacontecimientos que, al parecer, se estaban produciendo. A medida que entraban en antena, los testimoniosde los supuestos testigos oculares y las precisionesde unos científicos no del todo inocentes fueron disipando cualquier duda: el país se enfrentaba a una invasión alienígena. Las reacciones no se hicieron esperar. Se calcula que seis millones de oyentes escuchaban la emisión y que al menos un millón fue presa del pánico. Algunos se atrincheraron en sus casas entre lágrimas y rezos, o huyeron despavoridos, convencidos de la irremisible conquista del planeta. Otros corrieron a reunirse con sus seres queridos, se despidieronde ellos por teléfono o se apresusaron a avisar a losvecinos. Las comisarías de policía y los hospitalesse vieron colapsados por miles de llamadas. Aunque lainvasión marciana no llegó a producir víctimas mortales, hubo quien, llevado por la desesperación, estuvoa punto de ingerir veneno, así como no pocos abortosy piernas rotas. La inocentada, que se saldaría conuna larga y costosa serie de procesos contra la CBS,lanzó a la fama a un jovencísimo Orson Welles y le abrió las puertas de Hollywood.
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