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Las manos unidas, las manos dispuestas, gracias a las manos el mundo progresa. Un libro infantil en verso que centra su mirada en las cualidades y las cosas prácticas que podemos hacer con cada uno de los dedos. Los dedos conforman la mano y esta es una herramienta maravillosa. Y muchas manos abordan trabajos magníficos y ambiciosos cuando se unen. La mano que tengo habla de la sensibilidad y de la destreza, pero también de la hermandad y solidaridad.
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La abuela Vladimira es una abuela extravagante. Junto al abuelo Lucindo montó un circo de arañas y con su moto sidecar viajaron por todo el mundo exhibiendo su espectáculo. Hace volteretas y malabarismos para asombro de todos, y tiene un diente de oro que destella con un brillo especial cuando les cuenta a los nietos sus aventuras, sus retahílas y sus historias. Uno de sus nietos recuerda el pasado artístico y los sueños locos de su increíble abuela.
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Sabina quiere mucho a sus padres, pero después de dos años viviendo en Madrid con su madre y su nuevo compañero decide quedarse a vivir en el pueblo, Centirrayo, con su padre y con su abuela, con la que tiene una relación muy especial. Bina es una adolescente responsable, con un profundo amor por su pueblo: por su paisaje, sus historias, sus habitantes… Bina es muy reflexiva y se plantea mucho las cosas. Este es un año crucial y se hace grandes preguntas: ¿es mejor la vida en un pueblo que en una gran ciudad?
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Estas historias que inventa Ignacio Sanz rebaten la idea de que el amor es controlable. En el amor, en el enamoramiento, en el arrebato, muchas veces no importa gran cosa el ''cuándo'' o, como veremos en estas páginas, el ''dónde''. Si será misterioso esto del enamoramiento que incluso, a veces, no importa ni el ''de quién''.
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Yo tenía diez perritos que estaban siempre jugando. La alegría de mi casa, el orgullo de mi barrio, diez perritos cariñosos, divertidos y simpáticos. Cada perro de una raza, de un tamaño y de un color, más alegres que una fiesta y tan guapos como el sol. Un canto al amor a nuestras mascotas.
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