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Cantero Serena, Francisco José

El perfil melódico de cada persona, su acento, no es simplemente una característica más o menos exótica o molesta, sino que revela su identidad como hablante y permite (o, en ocasiones, dificulta) la propia conexión con sus interlocutores: puede ser el muro que impide el paso a la comunicación humana o la puerta que abre la conversación. En el presente volumen, se reúne una serie de investigaciones que exploran dos de los aspectos menos estudiados de la entonación del español: · El acento dialectal del español peninsular (concretado en nueve variedades: Asturias, Navarra, País Vasco, Castilla y León, Madrid, Andalucía, Castilla-La Mancha, Murcia, Extremadura) y Canarias. · El acento extranjero, ejemplificado con los rasgos característicos de los italianos, los brasileños, los suecos y los húngaros hablando español, a los que añadimos un análisis del español hablado por catalanes (que, si bien no puede considerarse un acento extranjero, tampoco es genuinamente dialectal). La descripción del perfil melódico de todas estas variedades ayuda a comprender las características del habla en los diversos acentos (dialectales o extranjeros), cuyas implicaciones didácticas son muy claras: · Identificar las características del acento dialectal de cada variedad nos dará pautas para comprender los fenómenos de afinidad y los malentendidos que la entonación proyecta entre las distintas comunidades de habla. · Describir el acento extranjero nos permitirá comprender los rasgos que impiden o dificultan la inteligibilidad, así como los que provocan malentendidos con los nativos o proyectan una imagen negativa o indeseable. En conjunto, la obra contribuye a comprender las diferencias profundas que muestran los distintos hablantes de español (nativos o extranjeros), que los profesores deberán tratar también de manera diferenciada.
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Cantero Serena, Francisco José

Como profesores de lengua, el nuestro no es el arte de «enseñar», sino el arte de «no enseñar» la lengua: el arte de promover y gestionar una comunicación genuina que facilite a los alumnos adquirir las competencias que les permitan establecer, regular y mantener sus relaciones personales. Cuando decimos «lengua», queremos decir «comunicación», y cuando decimos «comunicación», estamos refiriéndonos a todo eso que hacemos para relacionarnos con los demás. En realidad, por tanto, la lengua no se puede enseñar: más bien, hay que experimentarla, hay que hacerla. Recorreremos, pues, las cuestiones clave de la didáctica de la lengua: en primer lugar, qué quiere decir «no enseñar» (no enseñar, sino promover y gestionar los procesos de adquisición y desarrollo de los alumnos), en segundo lugar, hay que no enseñar «qué» (o cuál es nuestro objetivo: las competencias comunicativas y las habilidades lingüísticas de los alumnos, como individuos y como miembros del grupo), y no enseñar, en todo caso, «cómo» (esto es, una metodología de aula basada en los contextos significativos), por último, no enseñar «quién» (o cuáles son nuestras funciones como profesores de lengua, a medio camino entre el sabio y el artista).
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Cantero Serena, Francisco José

Llamamos enfoque oral a las metodologías de aula en didáctica de la pronunciación que son plenamente coherentes con el enfoque comunicativo. En el camino de compartir y valorar estas metodologías, en esta obra reunimos una serie de acciones didácticas dirigidas a los distintos niveles educativos, en diversas lenguas, que se han llevado a cabo siguiendo un modelo de investigación-acción. El enfoque oral se define por tres principios fundamentales, el primero de los cuales pasa por trabajar la lengua oral desde la propia oralidad. En efecto, la mediación de la lectoescritura es el factor más problemático en lo relativo al aprendizaje de la pronunciación en lenguas extranjeras, por lo que proponemos vencer su influencia, minimizando su aparición en los momentos de oralidad y evitando que constituya el eje del trabajo oral. Un segundo principio consiste en tratar la pronunciación como lengua oral. Nos interesa no tanto la corrección fonética como la fluidez del habla, no tanto la perfección lingüística como la eficacia comunicativa, y no tanto la producción descontextualizada como las estrategias de interacción. El peso no ha de recaer en la excelencia en la pronunciación, sino en la posibilidad de hacerse entender y de negociar lo que no se entiende. Finalmente, es clave convertir el aula de instrucción formal en un contexto significativo. De ahí que aboguemos por espacios en los que sea posible la inmersión fónica y en donde los propios alumnos se puedan convertir en interlocutores habituales, porque están trabajando conjuntamente para llevar a cabo una tarea significativa. No están aprendiendo pronunciación, sino que están haciendo cosas interesantes, y, para poder hacerlas, están comunicándose, es decir, están hablando: pronuncian.
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