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Otero, Carolina
Estas memorias de La Bella Otero son una liberal versión española (a cargo de Joaquín Belda, escritor hoy olvidado pero muy popular en la España de las dos primeras décadas del siglo XX) de Les Souvenirs et la Vie Intime de la Belle Otero, volumen aparecido en Francia en 1926 a nombre de Carolina Otero. Quien quiera conocer la vida real o verídica de Carolina Otero (Valga, Pontevedra, 1868-Niza, 1965) quizás debiera acudir mejor a la celebrada biografía de Carmen Posadas o a cualquier otra. Lo que aquí se ofrece es algo distinto y puede que con más encanto y no menos novelería: la auténtica biografía de su leyenda, la que empieza en la ciudad andaluza de Cádiz y no en un pueblecito de la Galicia profunda. Con la ventaja, frente a cualquier biografía escrita por otros, de que esta, la legendaria está, al menos, contada por la propia Carolina Otero, que se empeñó tal vez en hacer de su fabulosa vida y aventuras su obra más acabada. Esta es, a fin de cuentas, la historia más personal de Carolina Otero, la única que quiso que conociéramos y nos creyéramos y en la que además se nos presenta, innegablemente, por así decirlo, de cuerpo entero. A.L. «En la fabulosa vida de La Bella Otero una sola bella mentira valió siempre más que dos feas medias verdades». Carmen Posadas Autobiografía de la gran femme fatale de la Belle Époque. Otero fue bailarina, actriz, cantante y cortesana y aquí nos cuenta su propia e increíble vida. Carolina Otero. Más conocida como «La Bella Otero», Carolina Otero nació en un pueblecito gallego de la España de 1868. Fue quizás la más destacada artista y cortesana de la Belle Époque. Su belleza e indudable talento para la danza, la interpretación y el canto la llevaron a la cima de la alta sociedad parisina, donde cautivó a prominentes figuras de la plutocracia mundial y también a reyes de las más importantes casas europeas, como Eduardo VII de Inglaterra, el zar Nicolás II y Alfonso XIII de España. Deslumbró en los escenarios de Europa con su gracia y sensualidad, convirtiéndose en un símbolo de la época. Su vida desmedida y extravagante estuvo marcada por turbulentos amores y escándalos (que incluyen una cantidad importante de suicidios de enamorados). Falleció en 1965 en completa ruina, aunque disfrutando de una pequeña pensión del Casino de Montecarlo, en cuyos tapetes había dejado una auténtica fortuna. Sigue siendo, pese a los años trascurridos, una de las mujeres más enigmáticas e icónicas de su tiempo.
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