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Wiechert, Ernst
«—Si la palabra hubiera sido sagrada para la nación y su juventud educada para tenerla por sagrada, una risa sin precedente habría devuelto al «superhombre» a la caverna de sus orígenes. Tomemos dos de sus palabras, tomemos las palabras «patria» y «honor» y pensemos en las simas criminales sobre las que se tendieron como un puente fulgurante.»Estos discursos fueron un llamamiento a la resistencia interna durante el III Reich. 1933, año de la primera conferencia de Ernst Wiechert (1887-1950) a la juventud, marcó un punto de inflexión en su relación con el régimen nazi. Abandonó la docencia e inició su camino de disidencia de pequeños grandes gestos. Rehusó asistir a un acto de las Juventudes Hitlerianas, envió una carta a Goebbels condenando su política de unificación cultural, se negó a participar en el referéndum sobre la anexión de Austria y defendió públicamente a Niemöller. En mayo de 1938 fue deportado al campo de concentración de Buchenwald. Tras cuatro meses de reclusión, obtuvo la libertad previo paso por el despacho de Joseph Goebbels. Este le advirtió de que ya no disponía de más oportunidades. Afirmó que, a la próxima, no dudaría en ordenar su eliminación física.De su encierro en Buchenwald surgió El bosque de los muertos, enterrado en el jardín de su casa hasta el fin del nazismo. No pudo hablar en público, viajar ni publicar. Sus editores no podían publicitarlo ni los libreros exhibirlo en sus escaparates. Pero el 11 de noviembre de 1945 volvió a presentarse ante la juventud para que nadie más sufriera por error, por debilidad, por obediencia.
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Wiechert, Ernst
«En la historia de los Estados no faltaban ejemplos donde la desnudez de un acto brutal se había vestido con el atuendo de una palabra moralizante.»
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