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Basado en hechos reales. Así podría subtitularse este libro, como se anuncia al comienzo de muchas películas o series de televisión. Los crímenes opuestos son el de Muerte en la cocina y el de Muerte en el camino, dos relatos que forman el libro. Dos muertes, una en la zona alta de Barcelona, entre chóferes, cocineras, colegios caros y clínicas privadas. La otra en una zona depauperada de la ciudad, en la que viven sobre todo migrantes del Magreb, donde arraiga el fundamentalismo islámico. Dos mujeres jóvenes asesinadas, como tantas otras que llenan los periódicos y los telediarios El autor novela dos asesinatos reales sucedidos en la ciudad deBarcelona. Hay algo periodísticoen la búsqueda de datosy detalles de la investigación,hay algo de reportaje vivo,en bruto. Crímenes opuestoses también una gran pinturade la ciudad de Barcelona. «Carrera, hace honor a la tradición de médicos que cultivaron con rigor y buen estiloliterario la narrativa y la historia,como Gregorio Marañón, Luis Martín Santos o CarlosCastilla del Pino» (José Manuel Sánchez Ron, El Cultural).
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Este libro recorre dos vidas, la de un médico y la de uno de sus pacientes.El doctor se llama Eduard Bloch y ha nacido en 1872 en Frauenberg, un pueblo de la Bohemia meridional, en la actual República Checa, que en aquel momento pertenecía al Imperio austrohúngaro. El paciente se llama Adolf Hitler, nacido en 1889 en Braunau am Inn, Austria, también en el Imperio austrohúngaro. El futuro canciller del Reich alemán es un niño taciturno, débil, solitario, al que su madre lleva a la consulta del doctor Bloch en 1903 y después bastantes veces más. La madre también fue tratada por el mismo médico hasta su muerte. El paciente siguió en contacto con el doctor toda su vida. Le enviaba postales pintadas por él desde Viena, donde estudiaba en la Academia de Bellas Artes.Eduard Bloch era judío.¿No es sorprendente que Hitler diera órdenes estrictas a la Gestapo para que se facilitara la salida del Reich de Eduard Bloch y su familia rumbo a Estados Unidos? Nadie debía molestar a los Bloch. En sus pasaportes tampoco debía figurar el término jude, «judío», para evitarle problemas en las fronteras, lo que es tal vez el único caso conocido.
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