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Cecilia, Aurora María

En estas afecciones es común el autodiagnóstico y autotratamiento por parte de la mujer, por lo que sus causas y su epidemiología no están bien definidas en numerosas ocasiones. Más del 50% de los casos son de origen infeccioso, siendo el resto de causa alérgica, irritativa, por traumatismos, etc. En este aspecto, es importante destacar el papel de la Atención Primaria de salud, ya que, por lo general, es la puerta de entrada en la mayoría de los casos en los que aparecen estas alteraciones, además de ser el nivel asistencial que permitirá garantizar un seguimiento de las mismas. En todos los casos, será básico contar con una correcta anamnesis, revisión de la historia clínica y exploración, mediante especuloscopia, aunque en ocasiones esto no será suficiente para alcanzar un diagnóstico adecuado ni determinar el agente causal o los factores desencadenantes del problema, casos en los que será necesario realizar pruebas complementarias para alcanzar un diagnóstico correcto. En lo que respecta a las infecciones de transmisión sexual (ITS), estas engloban una variedad de síndromes clínicos e infecciosos causados por diversos patógenos (bacterias, virus, parásitos) que se transmiten por vía sexual. De estas infecciones cabe destacar que presentan un importante problema de salud pública, tanto por su incidencia, la carga de enfermedad que generan, como por las complicaciones y secuelas que pueden presentar si no se realiza un diagnóstico y tratamiento precoz de las mismas. Además, padecer una ITS constituye un factor de riesgo para contagiarse alguna más, existiendo una elevada interrelación con el virus de inmunodeficienciahumana (VIH), por lo que el diagnóstico de alguna de ellas hace necesario un estudio ampliado de otras patologías. Desde el año 2010, se ha producido un incremento gradual de las ITS, considerándose uno de los problemas de salud pública más importante a nivel mundial. Por ello, la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicó en 2016 la Estrategia Mundial contra las ITS 2016-2021, que pretende contribuir a la consecución de objetivos de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, basando la estrategia en tres pilares: Conocer la epidemia de las ITS para poner en marcha acciones específicas, realizar intervenciones sanitarias que tengan impacto tanto en el diagnóstico, como en el tratamiento y la prevención de las ITS y garantizar el acceso equitativo a los servicios de salud.
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Cecilia, Aurora María

El embarazo supone una situación especial única en referencia a la administración de medicamentos, ya que involucra a dos pacientes, la madre y el feto. En la gestación, el uso de medicamentos debe regirse por el uso racional de los mismos, desaconsejando siempre la automedicación y valorando minuciosamente el balance entre el riesgo y el beneficio para la mujer y el feto. Hay que considerar que la mayoría de fármacos atraviesan la barrera placentaria y van a producir un efecto teratógeno, capaz de provocar anomalías funcionales o estructurales en el desarrollo del embrión o feto, que dependerán de factores como la dosis, la duración del tratamiento, la edad gestacional, etc. El riesgo de malformaciones congénitas de cualquier tipo se establece en torno al 5%, siendo la etiología de las mismas desconocidas en la mayoría de los casos, aunque es conocido que la exposición durante el embarazo a factores ambientales y a fármacos están claramente implicados. Por ello, la gestación se considera un periodo crítico para la administración de fármacos, ya que estos pueden influir en el desarrollo del embrión o feto, provocando en ocasiones graves malformaciones, sobre todo si se administran en el primer trimestre, así como complicaciones en el parto y puerperio si son administrados durante las últimas semanas de gestación. De forma general, en la práctica clínica, se va a priorizar el beneficio materno, pero siempre intentando minimizar los efectos adversos sobre el feto.Cabe destacar que la Food and Drugs Administration (FDA) comenzó a regular los fármacos utilizados durante el embarazo en 1979, tras varios incidentes en los que los fármacos causaron efectos adversos en mujeres embarazadas, como es el caso de la talidomida, un fármaco desarrollado en Alemania utilizado como sedante, que se prescribía a las mujeres para reducir las náuseas, el cual se utilizaba como seguro para embarazadas, pero causó deformidades en las extremidades de los niños nacidos de madre que lo tomaron durante el embarazo. Otro incidente destacable fue el relacionado con el dietilestilbestrol, un fármaco utilizado para prevenir el parto prematuro. Posteriormente, se descubrió que este medicamento causaba cáncer y que muchas niñas nacidas de madres que lo tomaban tenían más riesgo de desarrollar un carcinoma claro (tumor vaginal).Por casos como los expuestos, cobra mucha importancia la regulación del uso de fármacos durante el embarazo, aunque no debemos olvidar que ciertos fármacos en el embarazo, en determinadas situaciones, son esenciales y beneficiosos para asegurar la salud tanto de la madre como del feto.
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