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García Freire, Natalia
Cuerpos con plumas y brillantina que bailan para olvidarse que todo alrededor es sed y polvo, un padre que rejuvenece sin piedad, un abuelo que se transforma en alien, niñas con la misión de traer al mundo al Hombre Nuevo, seres que brillan como el plancton enterrados a tres metros bajo tierra, mujeres que tratan de escribir y no recuerdan nada, mujeres rotas, mujeres enamoradas del fantasma de escritores rotos, mujeres con un corazón de zarapito en el pecho, mujeres muertas con los sobacos tiernísimos que todavía sueñan con volver a enamorarse: personajes extraviados que chocan como palomas ciegas, una y otra vez, contra todas las puertas y ventanas. Y una mujer, Natalia García Freire, que escribe y vuela estas historias.
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García Freire, Natalia
Cocuán, pueblo perdido y olvidado, entre la selva y el frío de las montañas andinas, está a punto de desaparecer de la memoria. En él nació Mildred y allí también fue despojada de sus animales, su casa y sus tierras tras la muerte de su madre. Años después, una serie de sucesos extraños, desapariciones, episodios de locura y desvaríos, hará que sus habitantes recuerden la leyenda de la vieja Mildred y sientan de nuevo la sombra de la muerte que persigue al pueblo desde entonces. Las voces de nueve personajes, Mildred, Ezequiel, Agustina, Manzi, Carmen, Víctor, Baltasar, Hermosina y Filatelio, nos hablan del pasado y el presente de un lugar condenado y del milagro de Diosmadre en la Tierra. En esta novela, el lector se convierte en un habitante más de Cocuán y es arrastrado por un lenguaje desbordante que desdibuja las fronteras entre los sueños y la realidad. Natalia García Freire retrata de nuevo en Trajiste contigo el viento el hipnótico universo andino, escenario privilegiado de su imaginario, único en la literatura latinoamericana contemporánea.
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García Freire, Natalia
«¿Cómo se denomina al que regresa?», se pregunta Lucas cuando vuelve a su casa, donde ahora viven dos desconocidos: Felisberto y Eloy. El regreso es una larga conversación con su padre muerto, un reproche, una invocación, una súplica. Su madre fue enviada lejos hace ya tiempo y en el jardín que tanto amaba ahora solo crece la mala hierba. Ellos están ahí, viven con Sarai, Noah y Mara, las mujeres que lo criaron y que ahora, como todo lo que está dentro de la casa, les pertenecen. Contra su voluntad, Lucas se convierte en el testigo del derrumbe de lo que un día fue el pilar y refugio de su infancia: los cimientos y las paredes se desmoronan, los rincones acumulan podredumbre, la oscuridad todo lo cubre Pero es esa oscuridad la que conduce a Lucas hacia el mundo subterráneo que ha sobrevivido a la invasión: el mundo de los insectos. Nuestra piel muerta explora ese mundo ínfimo, más perfecto que el humano y más sagrado que Dios, y para ello se sirve de un acusado tono lírico y una estructura que va atando los recuerdos del protagonista con el momento presente como si de una telaraña se tratase, en cuyo centro se encuentran preguntas y reflexiones sobre el mal, la enfermedad, la muerte y la locura. ¿Llama la descomposición a la vida o al fin de esta? ¿Dónde se encuentra lo divino? ¿El milagro es la cordura o la enajenación?
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