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Hugo-Bader, Jacek
Hay en la Rusia oriental una carretera mítica, una especie de Ruta 66 donde la Historia del comunismo más sanguinario se cruza con el carácter extremo de la temperatura siberiana y su inherente despoblación. Los mapas la denominan Autopista M56. Los locales la conocen, simplemente, como Trassa (La Ruta). Sin embargo, su nombre más legendario es el de Carretera de los Huesos, porque bajo ese pavimento maltrecho por el que apenas circula nadie están enterrados, para darle firmeza al suelo, miles de los prisioneros del Gulag que la construyeron por orden de Stalin. El prestigioso reportero polaco Jacek Hugo-Bader, heredero de Ryszard Kapuscinski, ha recorrido en autoestop los 2.025 kilómetros de esta vía. El suyo no es solo un viaje al terrible pasado soviético que retrataron Varlam Shalámov o Aleksandr Solzhenitsyn. Es sobre todo un descenso al alma de las personas que hoy habitan este infierno helado. Hugo-Bader habla con los descendientes de los prisioneros. Escribe de estafadores y comerciantes de chatarra. De políticos corruptos y del crimen organizado. De intelectuales que sobreviven alimentándose de hongos y de espías y delatores. De chamanes y chequistas. De mineros que cavan fosas comunes mientras buscan oro, y de todos los adictos, convictos y héroes caídos que huyen de sus problemas y acaban en la región más fría y remota de Rusia, un mundo aparte donde la Historia es un fantasma que se niega a marcharse.
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Hugo-Bader, Jacek
Érase una vez un imperio por cuyos valles corrían ríos de leche y miel. Donde el progreso hacía soñar condelirios espaciales y utopías terrenales. Donde la carne de los Camaradas no perecía jamás. Un Edén de espino y hormigón que sucumbió a los envites de la historia. Entre sus ruinas hay fosas cavadas en el permafrost, montañas radioactivas y submarinos en el fondo del mar. Hace treinta años, Jacek Hugo-Bader emprendióuna odisea periodística que aún perdura: auscultar los adentros del alma soviética. En el valle del paraíso es un recorrido por el territorio incierto de la memoria de aquellos que vivieron al otro lado del telón de acero. Una década de crónicas, reportajes y viajes que descubren entre sus vestigios la sombra de unanostalgia que conserva el cadáver de un imperio en descomposición. Hugo-Bader se ha sentado a hablar y abeber con los hijos de un orden ya antiguo. Ha brindado con héroes de otro siglo, soldados mutilados con el pecho cargado de insignias de un país perdido y coroneles que pintan cuadros melancólicos. Ha hecho de confesor a los diseñadores de la bomba atómica soviética y a las cosmonautas que no rozaron el cielo porqueno pertenecían al Partido. Ha visto crecer el músculo de la mafia rusa en los sótanos de Liúbertsi. Y hasta ha hecho enfadar a Mijaíl Kaláshnikov, el inventorde la inmortal AK-47.
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Hugo-Bader, Jacek
Hay en Siberia quien dice tener visiones del pasado y charlas con demonios que hablan de la guerra y del gulag. Presencias que arrastran hasta los abismos de la Historia y de mundos que ni conocemos. Ocurre siempre después de un trauma, de una grave enfermedad o tras el delirio blanco que desata el vodka. Donde los psiquiatras de la ciudad diagnostican un claro cuadro de esquizofrenia, la gente de la taiga, más al norte, reconoce el mal del chamán. Jacek Hugo-Bader viaja hasta los confines helados de Sibe-ria para asomarse al vacío que dejó la fe comunista. Al retorno de un pueblo a una identidad anterior, previa al País de los Sóviets y basada en la magia y el animismo. Hoy en Rusia hay más chamanes, brujos y trabajadores extrasensoriales registrados que médicos colegiados. Y el jefe de prensa del presidente exhibe sin complejos amuletos chamánicos para protegerse del virus. Hugo-Bader recorre la frontera que separa la credulidad del escepticismo. En este viaje ha escuchado hablar de los tres chama-nes que protegían Stalingrado desde un avión militar durante la Gran Guerra Patria. Ha buscado a los herederos de Savéi, el chamán más poderoso de los siglos XX y XXI. Ha consultado a académicos que abjuraban del método científico y hasta ha caminado junto a Aleksandr, el Forrest Gump yakutio que avanza hacia Moscú deci-dido a derrocar a la serpiente alada que habita en el Kremlin y que no es otro que Vladímir Vladímirovich Putin.
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