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Santamaría, Pedro
Grecia se precipita hacia una guerra como nunca ha visto ni verá el mundo. La Atenas de Pericles domina los mares, Esparta es invencible en tierra. Y ambas ciudades pugnan por convertirse en la líder indiscutible de la Hélade en un conflicto completamente asimétrico que durará cerca de treinta años y después del cual la Grecia luminosa no será más que un lejano recuerdo. Esta es la historia de uno de los personajes más controvertidos de la antigüedad: Alcibíades, el ateniense. Familiar y protegido de Pericles, discípulo y amigo de Sócrates, omnipresente en la obra de Platón, rival de Nicias, amante de la reina de Esparta. Estratega y demagogo, político y guerrero, traidor y patriota. El más bello de los griegos y el más acaudalado de los atenienses. Cruel en el amor, valiente y decidido en la guerra. Implacable y calculador... Fiel reflejo de una Atenas y de una época que sentó las bases de la sociedad occidental.
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Santamaría, Pedro
Año 65 d. C. Dos muchachos deciden alistarse en una nueva unidad del ejército imperial compuesta exclusivamente por cántabros: la Cohors II Cantabrorum. Jamás han salido de su aldea y tienen un sueño: aprender de Roma para derrotarla. Pero, al contrario de lo que creen, Roma no se encuentra a un par de semanas de camino, ni es una aldea algo más grande que la suya. El imperio que gobierna Nerón es inmenso, mucho más de lo que hubieran podido soñar los jóvenes reclutas, que no saben que, al alistarse, entregan veinticinco años de su vida al emperador. La Cohors II Cantabrorum será destinada a la otra esquina del Imperio, a la levantisca procuraduría de Judea, donde la presión fiscal, los abusos de la administración romana y las aspiraciones mesiánicas de los judíos amenazan con desestabilizar la zona. Los jóvenes cántabros se verán envueltos en una auténtica revolución, en una tierra que no comprenden, y tendrán que ejercer de brazo ejecutor de un imperio al que detestan y enfrentarse a un pueblo que lucha por su independencia, tal y como lo hicieron sus abuelos. La revuelta judía constituirá un terremoto histórico de primera magnitud del que aún, a día de hoy, se sienten las réplicas. La guerra, sangrienta y apocalíptica, contribuirá al final de la dinastía Julio-Claudia y al nacimiento de la dinastía Flavia. Más aún, de las cenizas del Templo de Jerusalén nacerán dos religiones hasta entonces embrionarias: el judaísmo rabínico y el cristianismo. «Jerusalén: una ciudad portuaria en la costa de la eternidad». Yehuda Amichai
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Santamaría, Pedro
Año 376 d. C.Un nuevo y extraño enemigo ha irrumpido desde las estepas y lo arrasa todo a su paso. Nadie sabe quiénes son, ni de dónde proceden. Es imposible encontrar información sobre ellos en los archivos imperiales, ningún historiador, ningún geógrafo los ha descrito antes. Son hábiles jinetes, menudos, de piernas arqueadas y extraños rasgos, implacables, son los hunos.Decenas de miles de godos, incapaces de resistir el empuje imparable de esos demonios, se ven obligados a dejar sus hogares y las tierras de sus antepasados. Solo hay una salida: dirigirse a la frontera del Danubio y pedirle asilo a Valente, emperador romano de Oriente, quien acepta: necesita hombres para sus guerras y campesinos que puedan volver a producir cosechas para el Imperio...
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Santamaría, Pedro
Año 394 d. C. Los godos han vuelto a ser traicionadospor Roma. Diez mil de sus mejores guerreros yacen muertos a orillas del río Frígido, sacrificados sin escrúpulos como fuerza de choque por el emperador Teodosio en su lucha contra el usurpador Eugenio. Los godosvuelven a convertirse en un pueblo errante que parece condenado a diluirse en la historia. Será un jovencaudillo, Alarico, el que tome el testigo de aquellosque le precedieron en busca de unas tierras en las que asentarse. Un lema cobra vida entre los godos: Adultionem. «Hacia la venganza». Y dieciséis años después, ocurre lo inimaginable: los bárbaros de Alarico asedian la ciudad de Roma, amenazando con saquearla ydestruirla. El Imperio se desmorona...
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Santamaría, Pedro
Año 450 d. C. El imperio de Atila, rey de los hunos,se extiende desde el Rin hasta el mar Negro y desde el Danubio hasta el Báltico. Sus hordas invencibles han sometido a las tribus germánicas y han derrotado una y otra vez al Imperio romano de Oriente, que ahora,temeroso, se inclina ante él y paga tributo. Desde el Danubio hasta Constantinopla todo está arrasado. Flavio Aecio, general en jefe de las tropas de Occidente, sabe que, tarde o temprano, le ha de llegar el turno a su parte del Imperio. Pero Occidente es débil yestá solo: la rica provincia de África ha caído en manos de los vándalos, suevos y bagaudas campan a sus anchas por Hispania y, en el sudoeste de la Galia, losgodos han establecido un pequeño reino en torno a laciudad de Tolosa. Mientras tanto, en Rávena, la corte imperial del joven e incapaz Valentiniano III es poco más que un nido de víboras, conspiraciones y traiciones. Aecio es consciente de que si hay una oportunidad de salvar lo poco que queda de Roma, tendrá que pactar con sus antiguos y recelosos enemigos, los godos de Teodoredo, y enfrentarse a las hordas de Atila en la que será la última gran batalla del ejército romano. En las verdes llanuras de la Galia la Historia misma contendrá el aliento. El devenir de Occidente está en juego. Una jornada. Todo o nada.
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