3 Libros encontrados
Chukóvskaia, Lidia
Frente a un jurado de escritores, desvalida, casi ciega y sin apoyo alguno, Lidia Chukóvskaia ha de defenderse a sí misma. Estamos en 1974 y todo depende de esta sesión de la Unión de Escritores: el derecho a seguir publicando o la erradicación de sus libros de todas las bibliotecas de la URSS, la existencia de una posteridad para su obra o la completa supresión de su nombre y del título de cualquiera de sus libros de todas las publicaciones del país. Al final, quedará excluida incluso de la comisión del Patrimonio Literario de su padre, el gran intelectual Kornéi Chukovski, y tampoco podrá aparecer en las biografías que se le dediquen. No será sólo una escritora silenciada, sino también un personaje borrado de la vida de sus seres queridos: «Si un memorialista escribía: “Lidia Kornéievna abrió la puerta” o “Lidia Kornéievna se sentó a la mesa”, esa frase se tachaba. Yo nunca abrí la puerta ni me senté. No estoy y nunca estuve». Pero las consecuencias de esta sesión no se vinculan tan sólo a la literatura o al pasado: vigilada de cerca por el KGB, quedará aislada de todos sus amigos. Algo especialmente difícil para una mujer de su edad: ya no se le permite recibir ni los medicamentos ni los bolígrafos especiales que solían llegarle del extranjero... Tras este proceso de expulsión, Chukóvskaia se convertirá durante décadas en una escritora olvidada.Este libro no narra únicamente aquel juicio, sino toda una vida y una obra dedicadas a combatir el miedo con la palabra, el silencio con el testimonio. La suya fue una lucha abierta e inflexible por la verdad y por la necesaria responsabilidad de la profesión del escritor, la respuesta al deber acuciante de la literatura y una cuestión de honor frente a las víctimas. Sin embargo, no hay contraideología en sus palabras, al contrario, hay humor y la certeza de que la independencia de espíritu triunfará más allá de las miserias de la historia. Una obra excepcional, un combate ejemplar en defensa de la literatura y la libertad de expresión.
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Chukóvskaia, Lidia
«Si lograba llevar el cielo, la nieve y el aire a mi escritorio, la inmersión sería fácil, enseguida alcanzaría la claridad de visión adecuada». Estamos en febrero de 1949. Nina Sergeievna, escritora y traductora, es uno de los privilegiados a los que la Unión de Escritores ha concedido un mes de descanso en el campo, lejos de la oscura y ominosa capital, Moscú. Oficialmente, se supone que debe descansar o trabajar en sus traducciones, pero lo que hace, en realidad, es reflexionar sobre la desaparición de su marido durante las persecuciones estalinistas de 1938, para liberarse así, al menos en parte, de su propia pesadilla. En una casa de campo finlandesa, en mitad de bellísimos paisajes nevados, Nina se sumerge en su historia mientras convive con otros traductores, autores o cineastas, más vinculados al régimen que ella. Una novela a medio camino entre Anton Chéjov y Vasili Grossmann. Un texto bellísimo, de gran sencillez pero hondo calado, que George Steiner ha calificado como clásico de la literatura rusa del siglo XX.
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Chukóvskaia, Lidia
Sofia Petrovna, viuda de un prestigioso médico, trabaja como mecanógrafa en una de las más importantes editoriales de Leningrado. Parece que la vida y el Estado le sonríen a pesar de las continuas estrecheces: el resto de las mecanógrafas de la oficina está bajo su eficaz batuta, su sueldo es cada vez mayor, su propio hijo ha dejado de ser un muchacho para convertirse, al fin, en un joven y guapo ingeniero también ejemplar: ama la herencia de la Revolución y el Partido casi tanto como a su madre, a quien alienta en su dedicación y empeño. Estamos a mediados de los años treinta, y enseguida —en medio de un misterio que quizá nadie consiga resolver nunca— el vértigo innombrable de la Gran Purga va a arrastrar hasta el centro de su vacío a Kolia, el hijo. Comenzará entonces una «segunda» y ejemplar, en el sentido cervantino del término, novela: un verdadero aprendizaje sobre la vida y sus sinrazones, una parábola a la vez ingrata e insuperable, es decir, una pieza literaria de primer orden. O, como suele decirse, un texto que nos muestra la otra cara de la verdad, ésa que muchas veces inventamos nosotros mismos para no perder toda esperanza. Sofia Petrovna fue redactada en secreto en un cuaderno escolar durante el invierno de 1939-1940. Como señaló la propia autora, «mi obra se escribió con la huella de los acontecimientos aún fresca en mi mente». Lidia Chukóvskaia combatió el miedo con palabras, el silencio con el testimonio, la colectivización con la historia individual, la indiferencia ante el dolor de los demás con la empatía para con el sufrimiento ajeno, el heroísmo tradicionalmente de corte masculino con el espacio íntimo femenino. Poniendo en riesgo su vida, llenó de realidad la ficción para hacer que el futuro lector de este libro único y necesario supiera del pasado, de modo que la memoria de lo acontecido se mantuviera siempre viva.
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