4 Llibres trobats
Pera, Pia
«Este libro me hubiera gustado leerlo al principio, cuando estaba llena de amor y entusiasmo, pero mis ideas eran extremadamente vagas». Así cuenta Pia Pera lo que la impulsó a escribir estas páginas: encaminar a quienes se embarcan en una aventura con la tierra considerando nueve entornos posibles: agua, sol, sombra, mar, llanura, colina, montaña, ciudad y huerto. ¿Un jardín cerca del mar? ¿Uno en el frío clima de las montañas? Cada evocación de estos «paisajes primarios» va seguida de un «entre bambalinas» donde nos sugiere cómo hacer realidad nuestros deseos botánicos: qué plantas elegir, cómo albergarlas mejor. Con su acostumbrada sabiduría, la escritora nos enseña que el amor que un jardín necesita en nada se diferencia del que requieren los seres sensibles: es un amor hecho de atención, comprensión, cuidado y respeto. Y, por supuesto, del jubiloso asombro que causa el milagro de la presencia, porque en el jardín, lugar de belleza laboriosa y nutritiva, sólo hay espacio para la vida pura y simple. Acompañarla supone encontrar serenidad y conocimiento, deseo y satisfacción, espiritualidad, entusiasmo y el buen humor de un bellísimo paseo por la naturaleza. Chaqueta y sombrero impermeables, botas de agua, ante nosotros, hojas convertidas en destellos de luz. Es la felicidad. «Amo mi jardín más que ningún otro. No porque sea el más bonito, sino porque lo he 'apprivoisé', lo he domesticado, como la zorra de 'El Principito'. Y viceversa. Lo amo, pues, no tanto por sus cualidades intrínsecas, sino porque estamos hechos la una para el otro. A veces, sin embargo, veo otros jardines que me gustan y me pregunto cómo sería vivir en ellos. Incluso imagino la traición. Al final se impone el afecto que le profeso al jardín que inevitablemente me es fiel: él no viaja, me espera».
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Pera, Pia
Un hermoso jardín en Toscana: una pasión, un aprendizaje, un lugar de resistencia. También un sueño, que la escritora Pia Pera pudo cumplir gracias a una finca abandonada: arregló la cabaña transformándola en una casa llena de libros, pinturas y muebles, sin embargo, apenas intervino en el vergel que la rodeaba, pletórico de hierbas silvestres que viajaban hasta allí gracias al viento y los pájaros. Cientos de variedades de flores, árboles y vegetales (algunos recuperados de semillas antiguas traídas de un banco de Londres) le daban un aspecto selvático ordenado por unos cuantos senderos. Un día, la escritora descubre que una enfermedad incurable se la lleva poco a poco. Ante la degradación de su cuerpo, constreñido paulatinamente a la inmovilidad de una planta, el jardín, ese lugar donde la vida germina y donde las «resurrecciones» se suceden, se convierte en su refugio. Al contemplarlo, forja un nuevo vínculo con la naturaleza y ofrece una sabia y conmovedora reflexión sobre el sentido de la vida. Sin duda, la necesidad de belleza es una parte de nosotros que persiste, que no sucumbe. Así, brillante, inconformista y generosa, Pia Pera nos deslumbra con un libro admirable, delicado y culto, pero también sencillo, cercano y lleno de descubrimientos. La autora escucha y se escucha a sí misma, y cuenta lo que ocurre en sus visitas al hospital, los pensamientos que la asaltan por la noche, los pasajes (sobre todo de la literatura rusa e inglesa) que la acompañan y consuelan... Obligada por su enfermedad a una resistencia continua, no deja de sentir curiosidad y ternura por todo lo que la rodea y que siempre ha embellecido su existencia: no sólo las flores y pájaros que pueblan su jardín, sino también la compañía de sus perros, sus amigos, los libros, la gastronomía... «Ahora todo es pura y simple belleza», nos revela. Un libro que, como muy pocos, nos ayuda a comprender la fascinante aventura de estar en el mundo.
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Pera, Pia
Un jardín, un huerto ponen nuestro corazón en el futuro. Confiados, esperamos que nuestros cuidados desplieguen en el lienzo de la tierra el paisaje que hemos soñado, anhelado, planeado, nuestro vergel de felicidad, flores y frutos. Cediendo a un deseo antiguo, el de vivir en el campo, y gracias a una finca abandonada en Toscana, Pia Pera logra dejar atrás las inquietudes de la metrópolis y aprender a trabajar la tierra, cultivarse, llenar la despensa de verduras y serenidad. A su llegada a la finca, se descubre «sumamente analfabeta», su única experiencia eran las macetas en los alféizares o en las terrazas de las casas de ciudad. La tierra abierta se presenta ante ella como una gran incógnita. El jardín es un lugar de contemplación, juego y experimentación libre, allí es más fácil desprenderse de todo lo que estamos condicionados a desear pero que nunca ha servido para hacernos felices. En este sentido es un paraíso, el Edén, territorio de despreocupación e inocencia. El huerto es distinto: con él alcanzamos cierta autonomía y revertimos un rumbo que está destruyendo nuestro planeta, pero reclama mucho más, un conocimiento profundo de las plantas, de sus exigencias. Trabajo y cuidados a cambio de alimento y energía. El huerto mismo se convierte en severo maestro, desvela de forma despiadada derrotas y fracasos y, justo por eso, enseña a afrontarlos. En esta obra, Pia Pera presta especial atención a este duro mentor, se torna su humilde aprendiz. Con todo, para ella, indómita, culta y curiosa, huerto y jardín forman una unidad. Excepcionalmente dotada para la armonía, tiene una ambición: conciliarlos. Para hacerlo, nos envuelve también en literatura. De las jugosas guindas a Kafka, de la aventura de plantar los bulbos a Pasolini, de la exaltación de las tormentas a Goethe, de la «felicidad de las hojas» a Hodgson Burnett, de la gastronomía a Goncharov: la generosa escritura de Pia Pera refulge entre la horticultura, la botánica y la poesía, entreverando flores y frutos con amistad, sabiduría, sufrimiento, determinación y amor.
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Pera, Pia
Con las tijeras de podar en la cintura, adentrémonos unos pasos en el jardín. Una ramita que desmochar aquí, un tomate que amarrar allá. Jugosas moras maduras, el tacto aterciopelado del melocotón, el aroma embriagador de alguna flor. Salir de casa y sumergirse cuerpo a cuerpo en la naturaleza nos ayuda a desprendernos un poco de nosotros mismos, de aquello que nos había dejado entumecidos, apáticos y deprimidos. Afuera nos espera todo un mundo que necesita de nuestra atención y nuestros cuidados: un descampado en el que plantar un puñado de semillas, un alféizar donde se alinean preciosas macetas de barro, un seto en el que se hospedan los pájaros o un huerto del que alimentarse. La magia consiste en crear algo bello y justo sabiendo limitarse, escuchando, abriendo el diálogo entre el ser humano y la naturaleza para descubrir satisfacciones inesperadas que nos armonizan con las estaciones y los ciclos no sólo del jardín, sino de nuestra propia vida. Pasión y paciencia unidas, enraizadas en la tierra, para apurar cada día plenamente en un acto de comunidad y hermandad con la naturaleza. Acerquémonos a la sabiduría, reflexiones y consejos de una escritora que trajinando al aire libre ha encontrado serenidad y conocimiento, deseo y realización, espiritualidad y concreción. Y la más poderosa inspiración para su sencilla y elegante producción literaria.
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