4 Llibres trobats
Mallarmé, Stéphane
De entre el Himalaya de genio que forma la poesía francesa desde Gérard de Nerval a Paul Valéry, en la que se cuentan, entre otros, nada menos que Baudelaire, Verlaine o Rimbaud, probablemente sea Stéphane Mallarmé (1842-1898) en el que se den mayores sutileza, musicalidad, concentración formal, manejo del matiz, elegancia y secreta oblicuidad. El presente volumen reúne una imprescindible muestra de sus poemas, entre los se podrán hallar tesoros como «El Azur», «La carne es triste...», «La siesta de un fauno» o «Herodías», en palabras de Antonio Martínez Sarrión -autor de la selección y de esta admirable versión en castellano-, «la pieza mayor de Mallarmé... monumento al Mito, a la Belleza, a la Muerte, a la Liturgia y a la Esterilidad». Selección y versión de Antonio Martínez Sarrión
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Mallarmé, Stéphane
El origen de estos cuentos hindúes hay que situarlo en un encuentro puramente azaroso: un día de 1892, Stéphane Mallarmé descubrió en casa de su amiga Méry Laurent una colección de relatos basadas en antiguas leyendas de la India traducidos del inglés. Sorprendido por la escasa calidad del texto, Mallarmé se propuso reescribirlos con una prosa más cuidada y exquisita. Al principio abordó la tarea como un ejercicio de estilo, aunque con el paso de los días, y animado por la señora Laurent, fue obsesionándose más y más con el proyecto, hasta culminar el ciclo de cuatro historias con un resultado verdaderamente suntuoso. Muy en consonancia con el gusto de la época, que solía ambientar las historias ...tanto las de la novela como las del teatro y la ópera... en lugares lejanos del vibrante París del fin de siglo, esta serie de textos se amoldó a un estilo galante en el que hay abundancia de palacios lujosos, ropas refinadas, príncipes, princesas, fieras y dioses. Mallarmé no vio publicados estos Cuentos hindúes ...falleció a los pocos años de completarlos..., así que no fue hasta 1927 cuando se recuperaron de forma póstuma en la reunión de sus obras completas, desenterrando así un tesoro que se cuenta entre los más bellos y perfectos de la prosa lírica en francés.
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Mallarmé, Stéphane
La siesta del fauno y Herodías fueron dos de los primeros proyectos poéticos de Mallarmé, y a los que dedicó más años de su vida. La escritura de ambos empezó a principios de los años sesenta, poco después de que Mallarmé volviera a Francia tras pasar unos años en Gran Bretaña. La siesta del fauno apareció por primera vez como una colección de diez poemas que se publicaron en 1866 en la revista Le Parnasse Contemporain. Diez años más tarde se publicó la versión final, ciento diez versos en los que Mallarmé narra el fracaso amoroso de un fauno enamorado de una ninfa. Herodías no corrió la misma suerte. Mallarmé empezó a escribirlo en 1964, a los veintidós años, y lo concibió como su obra absoluta: un poema «puro» en el que estiliza al máximo las escenas evocadoras y de naturaleza, experimentando con el lenguaje hasta enmarcarse por completo en la poesía moderna. El día antes de su muerte seguía trabajando en el borrador y Herodías ha pasado a la historia como su gran poema inconcluso.
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Mallarmé, Stéphane
« ,La pression sentie claire et prête, la main de Manet énonçait dans quel mystère la limpidité de la vue y descendait, pour ordonner, vivace, lavé, profond, aigu ou hanté de certain noir, le chef-dÆúuvre nouveau et français. ,»a.s ideas de este genial psicoterapeuta, que no fue un recolector neutral de datos, sino un buscador de soluciones. Erickson demostró que el poder cambiar está latente en el paciente, quien tiene que ser despertado, ayudándolo a reconocerse tal cual es. Propuso la utilización de anécdotas para establecer empat¡a con un paciente y con los procesos que están o no dentro de su conciencia inmediata. En lugar de producir ericksonianos ortodoxos, muchos terapeutas de diferentes orientaciones recibieron inspiración de él, quien estimuló avances que se ramificaron en múltiples direcciones. ,s. Como en las danzas de la muerte medievales nadie se salva en este epistolario de las pasiones humanas. Y, desde luego, el toque de gracia corresponde a una ardilla.
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