Encara no hi ha cap producte a la teva cistella
España no se entiende tal como es sin el papel subordinado que lo andaluz ha desempeñado en la construcción histórica de su Estado. Andalucía ha sido siempre tierra de promisión y de provisión, tanto material como simbólica. Sin embargo, por ser su obra más perfecta, también puede decirse que es el territorio que ha soportado, más que ningún otro, el peso abusivo de ese Estado, para cuyas clases dirigentes ha estado siempre disponible como moneda de cambio. De esta forma, su historia, iniciada en un largo proceso de conquista, también puede contarse como la de un enclave colonizado a lo largo del tiempo por distintas élites. Ello explicaría algunas de sus paradójicas especificidades, entre el clasismo y la diversidad popular, entre la riqueza física y el atraso endémico, entre la alegría narcisista y la postración subalterna.
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El nombre de José Paul y Angulo quizás diga hoy poco a los lectores, pero cualquier acercamiento a su figura hace emerger el paradigma de una época. De Jerez, con orígenes en la alta burguesía bodeguera, su nombre correrá muy pronto en boca de todos desde su activo papel en aquellos años que los historiadores han llamado el “sexenio revolucionario”, de 1868 y 1873, entre la “gloriosa” revolución que destronó a Isabel II y el fin de la Primera República. La fama le venía de su llamativa implicación en los movimientos insurreccionales de la época desde Andalucía, de sus intemperancias parlamentarias y periodísticas en Madrid, de su arrojo como duelista -con tres víctimas en su haber-, como conspirador republicano, de su empapelamiento como ejecutor del impactante asesinato de Juan Prim, que le granjeó su única y triste fama histórica. Con su exilio parisino y americano, e incluso tras su muerte en 1892, Paul seguiría siendo la bestia negra del sistema político español.Por muchos motivos esta apasionante biografía, conducida con maestría y excelentes contextos por Carlos Arenas, nos saca del olvido a alguien que merece una consideración mayor que la de “loco de atar”, con una vida plena de aventuras, empresario, diputado, director de periódicos, publicista, actor y autor dramático, duelista, conspirador y revolucionario. También, porque el personaje es símbolo de un tiempo en el que habitaban seres románticos airados pero no tan errados como se cree habitualmente, que no comulgaron con traiciones y exclusiones de un proceso político de construcción del Estado oligárquico, y que hicieron frente, quizás quijotescamente, a las castas y camarillas que pululaban por Madrid. Su vida también nos identifica una generación de insumisos frente a un nuevo e injusto orden burgués de los que hubo muchos en toda España, aunque quizás no en tanta concentración como en Andalucía (Moreno Guerra, Fernando Garrido, Ramón de Cala, Pérez del Álamo, Fermín Salvochea, Roque Barcia, Mª Josefa Zapata, Margarita Pérez de Celis, etc.). Esta gran vocación andaluza puede rastrearse desde la Constitución gaditana de 1812 hasta el movimiento cantonalista de 1873, pero derrotado este, Andalucía quedó presa, con la complicidad de sus élites agrarias, de las decisiones tomadas en Madrid, del proteccionismo pergeñado en su contra, hasta desembocar en la impotencia, la colonialidad y el atraso relativo que hoy padece. Paul y Angulo simboliza la trayectoria andaluza desde la esperanza a la derrota, de ser la comunidad más rica a iniciar una decadencia que Paul y otros republicanos federales vieron venir y trataron de evitar con todos sus medios.Por tal motivo, su nombre ha desaparecido de los libros de historia salvo para denigrarlo como el autor de hechos tan execrables como el asesinato de Prim. Rafael Calzada, el jurista asturiano que conoció a Paul en Argentina en los últimos años de su vida escribió de él: “¡Qué interesantes serían unas memorias de aquel hombre, con su vida aventurera y llena de sufrimientos, en la que no faltaban también éxitos dignos de recordarse!”. Esto es lo que intenta esta biografía: recordar al hombre, al símbolo y su época.
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«Desde la Edad Media a la actualidad hay un rasgo que definela naturaleza del Estado español: se trata de un Estado creado ysostenido por los vencedores de las guerras, afectado por lo quese puede llamar el «síndrome Trastámara» es decir un Estadoque, l
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