1 Llibres trobats
Kelly, Saul
«Me gusta pensar en Zerzura como una idea que no podemos describir con una palabra, algo que espera a serdescubierto en algún lugar remoto e inaccesible, si uno es lo suficientemente arrojado como para intentarsu búsqueda. Algo indefinido, con contornos diferentes según el individuo que lo piense, para un árabe, puede ser un oasis o un tesoro oculto, para un europeo,un yacimiento arqueológico, una nueva planta o mineral o, simplemente, el anhelo de encontrar algo todavía desconocido». Así describía Ralph Bagnold la pasiónque durante los años treinta del siglo XX arrastró aun grupo de aventureros cosmopolitas ?el Club Zerzura? a internarse en el desierto de Libia, recorriéndolo en vehículos y aeroplanos en pos de oasis perdidosy antiguas ciudades de civilizaciones desaparecidas,con las Historias de Heródoto como guía de viaje. Pero, detrás de un aparente y caballeroso espíritu deportivo, estos gentlemen se dedicaban a cartografiar eldesierto de Libia por motivos militares. El Club Zerzura enmascaraba una rivalidad despiadada: si Mussolini contaba con hacer de Egipto la pieza central de unnuevo Imperio romano, los británicos, para quienes elcanal de Suez era estratégico, estaban totalmente dispuestos a impedirlo. Pronto el ejército perdido delrey persa Cambises vería su sueño turbado por las cadenas de los blindados del Eje, decididos a alcanzarAlejandría, y los miembros del Club tomarían senderosencontrados. Mientras que Bagnold fundó el Long Range Desert Group para espiar e interrumpir el avance deRommel, el conde László Almásy ?fascinante aventurero y aristócrata húngaro, el verdadero «paciente inglés»? intentaba llenar El Cairo de agentes nazis. Un juego peligroso en el que ambos se valieron del conocimiento y de los mapas del desierto trazados durante sus arriesgadas exploraciones. «Un día, quizá el vientodel desierto libio, soplando en tempestad sobre loscordones de dunas y levantando en el aire nubes de arena fina, restituirá a los hombres el oasis perdido,revelando su emplazamiento y sus secretos», dijo Théodore Monod, otro explorador. Pero ese día no ha llegado y Zerzura sigue durmiendo, esperando. Búsquenla mientras tanto en estas páginas.
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