2 Llibres trobats

Batalla Cueto, Pablo

En el día de hoy, cautivo y desarmado el ejército humanista, las tropas utilitarias alcanzan sus últimos objetivos militares. Margaret Thatcher gana batallas después de muerta y cada vez sucede menos, como quería Montaigne, que sea el gozar, y no el poseer, lo que nos hace felices. Todo lo malbarata esa apoteosis, y también se está apoderando de la práctica del alpinismo. En la actualidad, ocurre por ejemplo que al mismo tiempo que los clubes de montaña menguan en afiliación, ven incrementarse dramáticamente la media de edad de sus miembros y desesperan por atraer savia joven que garantice su supervivencia, esos mismos jóvenes abarrotan maratones de montaña que, con frecuencia, reciben varios miles de solicitudes para apenas unas decenas o cientos de plazas. Los runners se han ido adueñando de los caminos y de los grandes espacios naturales: de competir se trata estos días, de no dejar de hacerlo en ningún momento, de incluso el ocio convertir en negocio. Es contra ese thatcherismo alpinista que se yergue este ensayo y en defensa de un montañismo lento, porque en la estela del manifiesto Slow mountain de Juanjo Garbizu, hace suya la convicción de que nada bueno se ha conseguido jamás deprisa y corriendo, de que sólo en el campo semántico de la paciencia se alcanza la excelsitud humanística y de que la velocidad arruina e idiotiza. Ilustrado también, porque no lo es este alpinismo apresurado que buscando el apagamiento de los sentidos renuncia al aprendizaje que a través de ellos se obtiene, que no busca conocer, sino que lo conozcan, que no se atreve a saber, porque no se atreve a detenerse ni a renunciar a los laureles equívocos del éxito deportivo. Y anticapitalista además, porque sólo tal puede ser el ejercicio total, sincero, de estos principios que colisionan inconcesivamente con los que animan y sostienen la tiranía del capital.
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Batalla Cueto, Pablo

«Este libro es, al nivel más elemental, el intento de explicar y explicarse, no una fotografía, sino una frase de Manuel Fraga Iribarne: Más allá de las diferencias ideológicas, y nunca lo hemos negado, Fidel Castro es uno de los muchos símbolos de este mundo hispánico que tantas veces fue glorioso, estuvo dividido, fue despreciado injustamente y es un símbolo de independencia». En 1991, Manuel Fraga, presidente de la Xunta de Galicia, exministro franquista y fundador del Partido Popular, sorprendía a España y al mundo visitando a Fidel Castro en Cuba, en los momentos más duros del Periodo Especial. Al año siguiente, Castro le devolvió la visita en Galicia, donde comió pulpo y queimada y jugó al dominó con su anfitrión. Ambos esgrimían motivaciones de realpolitik para esos encuentros, pero era evidente que, más allá de eso, había una sintonía entre ellos capaz de salvar el abismo ideológico que en principio los separaba, y que podía explicarse por algunas experiencias comunes: una madre religiosa, haber sido educados por jesuitas españoles o una concepción schmittiana y decisionista de la política. Fraga llegó a decir que, de haberse quedado en Cuba, donde pasó parte de su infancia, él mismo podría haber sido Fidel Castro. Yo podría haber sido Fidel Castro explora los detalles de aquellos encuentros y muestra cómo, a veces, dos hombres de una misma generación pueden parecerse más que dos personas de idéntica ideología, pero edades distintas, sobre todo en el momento en el que la era que los parió a ambos se viene abajo. Por el camino, Pablo Batalla traza una anatomía de Fraga y el fraguismo: un régimen del 89 marcado por la peculiarísima personalidad de su dirigente y del que se cuenta su gestación, su capacidad para lograr la paz cultural mediante la captación de intelectuales de izquierda y galleguistas, los choques de sus pretensiones de autonomía con la dirección nacional del PP de Aznar y su decadencia y caída.
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