3 Llibres trobats
Valgañón, Elvira
A las puertas del invierno de 1809, un soldado escapa de las filas del ejército napoleónico porque no fue a la guerra para matar civiles. El desertor, moribundo, es acogido en un pequeño pueblo de la sierra hasta que... Vidas y secretos, pasiones calladas y esperanzas ciegas se cruzan durante más de un siglo y medio en las calles y los prados de ese pequeño pueblo sin otra magia (a pesar de la casa encantada o de un espantapájaros que trata de comprender el mundo) que la vida, un lugar, casas, plazas, bosques, cielo, cuevas, donde el aire huele a nieve y a cristales de escarcha, donde siempre son largos los inviernos. Niños que sueñan, ancianos que no quieren olvidar, hombres y mujeres que soportan unos días en los que todo parece invierno. Pero no todo es lo que parece, porque en esta novela, suma de historias que se mezclan como las hojas de las hayas caídas sobre un sendero, Elvira Valgañón deja entrever que la belleza y piedad son los mejores recursos para hacer de la vida y de la literatura un lugar habitable. Una obra emocionante de una escritora detallista y esencial, atenta a los sonidos y los silencios de las palabras. Una escritora, Elvira Valgañón, que está aún por descubrir por el gran público, y cuya novela nos sentimos particularmente orgullosos de publicar.
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Valgañón, Elvira
Corren los años treinta del pasado siglo, es la noche de San Juan y los Uceña celebran, como ya es tradición, una suntuosa fiesta por el cumpleaños de don Cosme, el cabeza de familia, en su finca El Espinar. Entre los invitados, además de algunos parientes, la flor y la nata de la sociedad, y la expectación es tal que incluso el cronista del periódico provincial se ha desplazado hasta la casa con un reputado fotógrafo para informar del evento. El gramófono, los farolillos chinos, los manteles blancos, los centros de flores, los petisús y los bombones, el champán... Todo es perfecto en esta noche inolvidable. La señorita Teresa gasta verde mar, la señorita Luisa, estampado de flores. Y la señorita Vera, azul, con plumas en los hombros. Desde la cocina, se ven donde los castaños el verde mar y las flores, y las plumas de marabú, y el rosa y el coral..., y con el baile, todos los colores se confunden en uno y parecen flotar entre los árboles con la ligereza del aire... Setenta años después, El Espinar se ha vendido y uno de los albañiles a cargo de la reforma hace un sorprendente hallazgo en el jardín. Un periodista oriundo del pueblo se traslada hasta allí para investigar el suceso y conforme va recomponiendo la historia de la señorita Vera y don Andrés, la de Fidela, Damián, Héctor Latorre, la señora Alicia, Doro, doña Remedios o don Ginés -y, sobre todo, la suya propia-, nosotros también vamos armando el puzle de lo que realmente sucedió durante aquella memorable noche de San Juan. Si Invierno, la anterior novela de Elvira Valgañón, era la historia de un pueblo, Fidela es la historia de una finca, El Espinar, y sus habitantes.
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Valgañón, Elvira
Una niña que le cuenta a su abuelo ciego las cosas que pasan en el mundo, un friegaplatos empeñado en aprender a leer, una mujer que no ha podido tener hijos, un aprendiz que no se atreve a empezar su primera obra, una reina sin reino, un actor de segunda del que nadie se acuerda, un verdugo arrepentido, una vendedora ambulante que pregona a voces su mercancía por las calles ruidosas de Londres... Los protagonistas de los relatos que componen Línea de penumbra pertenecen a épocas distintas, a países distintos, a mundos distintos, pero todos tienen algo que los une: sus historias desvelan las vidas invisibles de algunos de los personajes pintados por Artemisia Gentileschi, José Arrúe, Hans Memling, Francis Bacon, Ercole de' Roberti, William Hogarth, Caravaggio, Edward Hopper, El Bosco, Domenico Ghirlandaio, Juan de Flandes... Como ya hiciera en Invierno (Pepitas, 2017), construida a partir de otras historias, Elvira Valgañón desgrana en Línea de penumbra los azares que han ido componiendo las vidas -¿reales o imaginadas?- que palpitan tras esta colección de telas, interpretándolas o reinterpretándolas con esa prosa tan característica suya que fluye como un río: lo que se ve, lo que no se ve, lo que sucede en un instante preciso, lo que ha pasado antes, lo que ocurrirá después... Cada obra de arte cuenta muchas historias. Estas son algunas de ellas.
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